Canciones de avión
Dulce despedida. Apenas han pasado 15 minutos y ya les echo de menos, creo que tres meses sin verles serán duros, muy duros.
Ese beso, suave, dulce, soñado, es Héctor. No me lo esperaba, pero era lo único que deseaba. ¿Por qué lo ha hecho? Necesito hablar con el, no solo necesito que me explique lo del beso, también echo de menos su voz, que me diga que todo estará bien, lo necesito.
El avión está lleno, Corvallis es grande y precioso, pero nunca pensé que iría tanta gente a veranear allí. Estoy junto a la ventana, al lado de una pareja de ancianos que no han dejado de sonreírme desde que me he sentado. He tenido suerte, un señor a cedido a cambiarme el sitio, sus palabras han sido: “A una chica tan guapa no se le dice que no”. Me hace gracia, porque segundos después le he escuchado hablar con sus amigos de la suerte que había tenido por cambiarme el sitio para poder estar cerca de ellos, bueno, da igual, ambos tenemos lo que queremos.
Las vistas desde aquí son preciosas y no he dudado en sacar mi cámara e inmortalizar estos paisajes. A papá le van a encantar.
Los viajes nunca me han gustado, me aburren. Suerte que anoche Héctor me regaló su iPod, me extrañó, ya que Héctor está muy unido a la música, como yo, y en él guarda todas sus canciones, pero a la vez me animó y me tranquilizó saber que ahora tendría un trocito de él allá donde fuese. “Cada canción tiene un mensaje oculto” me dijo.
Suena Mary’s song, de Taylor Swift, esa canción, la adoro. Siempre que la escucho pienso en todo lo que Héctor y yo hemos vivido, desde pequeños, siempre juntos, él y yo. El principio de la canción, refleja nuestra infancia, cuando jugábamos sin importar nada, pero ahora, nunca imaginé que nuestra historia fuese a ser como la de la canción, pero ¿y si lo es? ¿y si estoy enamorada de Héctor? Siempre le he visto como mi primo, o un buen amigo, muy buen amigo, y nunca quise ver más allá, pero la realidad es diferente, no somos primos, nunca lo hemos sido y no hay nada que nos ate a no poder ser algo más.
La canción ha terminado, empieza a sonar la melodía de otra canción que enseguida reconozco.
No puedo evitar derramar una lágrima. Canción que me enseñó mamá días antes de morir. Recuerdo esa tarde, nos pasamos horas escuchando esa canción y entonces se le ocurrió una idea.
Ninguna de las dos podíamos evitar llorar mientras yo cantaba y ella, al piano, interpretaba Historia de un sueño, canción de La oreja de Van Gogh. La grabamos y juntas hicimos un montaje de imágenes, quedó perfecta, como los recuerdos de aquella tarde, perfectos.
El piloto acaba de anunciar el aterrizaje, yo dormía y no lo he podido oír, pero la pareja de ancianos que había a mi lado, me ha despertado amablemente y me lo ha dicho. Por fin en casa de nuevo.
Yaii.