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15 de diciembre de 2011

Capítulo 4

Canciones de avión
Dulce despedida. Apenas han pasado 15 minutos y ya les echo de menos, creo que tres meses sin verles serán duros, muy duros.

Ese beso, suave, dulce, soñado, es Héctor. No me lo esperaba, pero era lo único que deseaba. ¿Por qué lo ha hecho? Necesito hablar con el, no solo necesito que me explique lo del beso, también echo de menos su voz, que me diga que todo estará bien, lo necesito.

El avión está lleno, Corvallis es grande y precioso, pero nunca pensé que iría tanta gente a veranear allí. Estoy junto a la ventana, al lado de una pareja de ancianos que no han dejado de sonreírme desde que me he sentado. He tenido suerte, un señor a cedido a cambiarme el sitio, sus palabras han sido: “A una chica tan guapa no se le dice que no”. Me hace gracia, porque segundos después le he escuchado hablar con sus amigos de la suerte que había tenido por cambiarme el sitio para poder estar cerca de ellos, bueno, da igual, ambos tenemos lo que queremos.
Las vistas desde aquí son preciosas y no he dudado en sacar mi cámara e inmortalizar estos paisajes. A papá le van a encantar.

Los viajes nunca me han gustado, me aburren. Suerte que anoche Héctor me regaló su iPod, me extrañó, ya que Héctor está muy unido a la música, como yo, y en él guarda todas sus canciones, pero a la vez me animó y me tranquilizó saber que ahora tendría un trocito de él allá donde fuese. “Cada canción tiene un mensaje oculto” me dijo.

Suena Mary’s song, de Taylor Swift, esa canción, la adoro. Siempre que la escucho pienso en todo lo que Héctor y yo hemos vivido, desde pequeños, siempre juntos, él y yo. El principio de la canción, refleja nuestra infancia, cuando jugábamos sin importar nada, pero ahora, nunca imaginé que nuestra historia fuese a ser como la de la canción, pero ¿y si lo es? ¿y si estoy enamorada de Héctor? Siempre le he visto como mi primo, o un buen amigo, muy buen amigo, y nunca quise ver más allá, pero la realidad es diferente, no somos primos, nunca lo hemos sido y no hay nada que nos ate a no poder ser algo más.

La canción ha terminado, empieza a sonar la melodía de otra canción que enseguida reconozco.
No puedo evitar derramar una lágrima. Canción que me enseñó mamá días antes de morir. Recuerdo esa tarde, nos pasamos horas escuchando esa canción y entonces se le ocurrió una idea.
Ninguna de las dos podíamos evitar llorar mientras yo cantaba y ella, al piano, interpretaba Historia de un sueño, canción de La oreja de Van Gogh. La grabamos y juntas hicimos un montaje de imágenes, quedó perfecta, como los recuerdos de aquella tarde, perfectos.

El piloto acaba de anunciar el aterrizaje, yo dormía y no lo he podido oír, pero la pareja de ancianos que había a mi lado, me ha despertado amablemente y me lo ha dicho. Por fin en casa de nuevo.







Yaii.

5 de diciembre de 2011

Capítulo 3

Las despedidas no siempre son amargas
Son las 10 de la mañana, el aeropuerto está lleno, gente que llega, gente que se va, reencuentros, despedidas… Flor ha querido venir conmigo para despedirse, se hace la fuerte, siempre lo hace, pero la conozco y sé que en el fondo ella también lo está pasando mal, los últimos acontecimientos han sido difíciles para todos.

Héctor no ha venido, me entristece, pero lo entiendo, quizás prefiera hacer la despedida menos dolorosa, aunque lo único que me apetece ahora mismo es estar abrazada a él, sentir que aunque estemos separados, él estará a mi lado.

Acaban de anunciar que el vuelo con destino a Corvallis despegará en unos minutos, es la hora. Flor y yo nos miramos, a las dos nos brillan los ojos, a las dos se nos derrama una primera lágrima y las dos rompemos a llorar.
-          Prométeme que serás fuerte Diana.
-          Lo soy Flor, se lo prometí a mamá.
-          Llamaremos todos los días para saber como estás y te prometo que en muy poco tiempo nos tendrás allí.
-          Os echaré de menos Flor, a ti y a Héctor, díselo.
-          El también te echará mucho de menos cielo, perdónale por no haber venido, ya sabes cómo es.
Ambas sonreímos y nos abrazamos.
-          Venga peque, tienes que entrar ya.

Hay una gran cola para embarcar. Espero poder sentarme en la ventana, me encantaría fotografiar las vistas desde tan arriba, y sería un buen primer tema de conversación con papá cuando llegue.
Suena una musiquita, es mi móvil! Y esa canción, Lucky, de Jason Mraz y Colbie Caillat, esa canción es su tono, el tono de Héctor, si, es él.
-          ¿Héctor?
-          Diana, dime donde estas por favor.
-          Estoy en la cola de embarque, ¿por qué Héctor? ¿Qué pasa?
-          No te muevas, espérame 2 minutos.
Ha colgado, no me lo creo, ha venido, un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Quizás ahora sea más difícil la despedida, pero está aquí, no me ha fallado, nunca lo hace.

Ahí está, a lo lejos, hay mucha gente y el no puede verme, yo si, voy corriendo hacia el. Estoy entre sus brazos, el único sitio en el que deseo estar ahora y durante mucho tiempo. Ambos derramamos lágrimas, a ambos nos late el corazón muy deprisa, lo noto, noto su corazón al ritmo del mío y estoy segura de que él también.
Mis ojos frente a los suyos, ambos los cerramos al mismo tiempo, ambos deseamos lo mismo, nuestros labios se unen. Quiero que se pare el tiempo.
Un último aviso de que mi vuelo está apunto de despegar me hace despertar. Ninguno dice nada, solo nuestros ojos hablan, lloran y se separan, solo un te quiero retumba en mis oídos al entrar por la puerta de embarque.


Yaii.